sábado, 6 de abril de 2013

Érase una vez...

Érase una vez un príncipe al que le gustaba mucho ir a caminar por el bosque. El príncipe salía todas las mañanas a pasear, pero siempre regresaba a casa antes de anochecer, porque le daba miedo la noche.

Una mañana, miró por la ventana antes de salir y vio que todo su reino estaba cubierto por un manto de nieve. En el reino en el que vivía no solía nevar mucho así que, cuando nevaba, el paseo por el bosque era obligatorio. Al príncipe le encantaba la nieve, así que se enfundó sus botas de cuero, se abrigó con su capa roja y salió como de costumbre.

Al anochecer, el príncipe regresó a casa, pero algo raro había pasado, había nieve en el interior de palacio.

- ¿Qué ha pasado, padre? - Preguntó el príncipe al rey.
- ¡Hijo mío! La reina de las nieves se ha apoderado de nuestro reino, viviremos en un invierno permanente mientras la reina viva.
- ¡Pero no puede ser! ¿No hay ninguna forma de acabar con todo esto?
- ¡Si! Hay un corazón de hielo en el bosque, que brilla por la noche. Si ese corazón es destruido, la reina de las nieves morirá.



El corazón de hielo solo podía ser destruido de noche, ya que de día se camuflaba entre el resto de la nieve.

El príncipe tenía mucho miedo a la noche, pero nadie conocía el bosque como él. Muchos habían sido los hombres que se perdieron en el bosque buscando el corazón y murieron congelados.

- Hijo, han pasado cuarenta días, y tú eres el único que puede librarnos de esto.
- Está bien, padre, seré valiente y venceré a la noche, venceré a la reina de las Nieves.

El rey le dio a su hijo su espada, - Esta espada te ayudará a destruir el corazón helado. Le prestó su capa roja de pelo, - Con esta capa te protegerás del frío, y por último, le dio un candil encendido, - Esta luz alumbrará tu camino y asustará tus miedos.

El príncipe se adentró en el bosque, tenía mucho miedo pero vio un resplandor azul brillante a lo lejos y se dirigió hacia él.

Ahí estaba, era el corazón de nieve que tenía que destruir para que la reina muriera, así que cogió la espada de su padre y destrozó el corazón.

Toda la nieve empezó a derretirse, las flores podían verse y los pájaros cantaban.

El príncipe venció a la reina de las Nieves, y venció a su miedo, la noche. Desde entonces fue llamado, el príncipe valiente.

Y con flores y no nevando, este cuento se ha acabado.



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